Vivimos rodeados de cosas por hacer.
No hablo solo de los emails que se apilan en nuestras bandejas de entrada, ni de los mensajes sin leer.
Hablo de ese cajón de casa que se atasca, de los pantalones que aún no has llevado a arreglar, del ruido raro que hace la cisterna o de la pila de papeles que tienes encima de la mesa.
Otras son menos evidentes, como todos esos libros pendientes de leer en la estantería, la dieta que llevas meses sin seguir pero guardas pegada a la nevera, el curso de alemán que dejaste a medias o las fotos que te recuerdan que deberías llamar más a las personas que quieres.
Igual que el polvo, si no limpiamos, con el tiempo las cosas por hacer se van acumulando a nuestro alrededor.
Y nos decimos que ya lo haremos, cualquier día de estos. Que el lunes empiezo.
Nos genera malestar y estrés ver esas cosas incompletas, pero acallamos la voz de la culpa. Nos convencemos de que sería imposible llegar a hacerlo todo y, por tanto, cierto malestar es inevitable. Así que no hacemos nada para evitarlo.
Y así es como nuestro cerebro nos engaña, con una falacia.
Porque sí, es imposible llegar a todo, pero que no lleguemos a hacer todas esas cosas no significa que no podamos hacer algo para quitarles el poder de estresarnos.
Todas esas cosas incompletas son recordatorios, igual que las cosas que apuntas en tus listas de tareas, pero son recordatorios descontrolados. No es tener cosas por hacer, sino la falta de control sobre ellas lo que nos genera estrés.
¿Que cómo podemos poner esas cosas bajo control?
El primer paso, y el más fácil, es apuntarlo todo.
Tenemos una memoria sesgada y caprichosa que falla más que una escopeta de feria, sobre todo cuando intentamos recordar cosas que en realidad no nos interesan, y lo sabemos porque olvidamos cosas constantemente.
Y aún así, nos resistimos a apuntarlas.
Acostumbrados a las listas de tareas, pensamos que todo lo que apuntamos se va a sumar a nuestra interminable pila de obligaciones. Y claro, nos ponemos a la defensiva. Ya tenemos bastante en esa lista de tareas como para permitir que entre cualquiera.
Igual que la procrastinación y la pereza muchas veces esconden el miedo al fracaso, la resistencia a apuntar las cosas esconde el miedo a afrontar nuestra propia realidad.
Porque parece que si apuntamos algo reconocemos que existe, lo hacemos real.
Pero las cosas por hacer no son menos reales porque nos resistamos a apuntarlas.
Y una lista no es más que información en un papel (o aplicación vaya). Las cosas que apuntamos tienen el significado que queramos darle. Y apuntar algo no tiene que significar comprometerse a hacerlo.
Puede ser un recordatorio para pensar en ello más tarde y tomar una decisión al respecto.
Podemos tener listas de cosas que hacer, claro.
Pero también podemos hacer listas de cosas que no queremos hacer aún y así lo hemos decidido, ya volveremos a evaluarlas en el futuro, como los libros que tengo comprados y aún no quiero leer, los cursos a medias que ahora no puedo terminar o todas esas cosas de casa que quiero ordenar o arreglar en algún momento (ya si eso).
O listas de cosas que necesitamos recordar en algún momento concreto, como la próxima vez que visite IKEA, que vaya a ver a mi madre o que tenga vacaciones.
Podemos hacer listas de lo que queramos.
Con nuestras listas somos nosotros los que decidimos cuándo y cómo queremos ver cada recordatorio, y no dejamos ese poder en manos de la memoria ni del entorno.
Las listas nos dan control.
Nuestro compromiso no es hacer, sino decidir, revisar y volver a decidir.
Si no tomamos las riendas, apuntamos y dedicamos tiempo a tomar una decisión sobre algo la primera vez que lo vemos, terminaremos pensando en ello involuntariamente cada vez que volvamos a verlo y le dedicaremos mucho más tiempo del necesario.
Además, si no nos damos la opción de decidir que no vamos a hacer algo, por defecto pensamos que sí tenemos que hacerlo.
Y así es como todas las cosas que nos rodean se convierten en una lista oculta de tareas.
Me siento tan identificado que duele. Además tengo la mala costumbre de que cuando apunto las cosas luego no las reviso. Es hora de cambiar!
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El hábito de apuntar cosas se coge en un día, el de revisarlas ya nos cuesta más, a mí la primera.
¡Ánimo!
Muchas gracias por tu comentario 😊
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Totalmente de acuerdo! Todavía me sorprendió a mi mismo a veces intentando convencerme a mi mismo que algo que tengo en la cabeza desde hace tiempo no es importante y no necesito apuntarlo.
Muy buen artículo!
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Yo también soy culpable de eso, y de desarrollar tolerancia a ese nivel de estrés e ignorar sin querer cosas incompletas a mi alrededor. Oh no, eso me recuerda el cajón roto de la cocina…
La práctica hace al maestro 😂
¡Muchas gracias, Ortzi!
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Me pasa lo mismo: el hábito de anotar las cosas ha sido todo un descubrimiento, pero el de revisar los apuntes se me hace un poco cuesta arriba. Sería interesante leer tus reflexiones al respecto Irene, estoy segura de que me ayudaría a enfocarlo mejor.
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A ver si entre reflexiones y artículos mejoro yo también en eso 😶
¡Muchas gracias por tu comentario!
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